EL INVESTIGADOR
Al revisar
la filmografía del guionista y director Paul Thomas Anderson, pueden
diferenciarse dos claras etapas: la primera, compuesta por los films Hard Eight, Juegos de Placer, Magnolia y
Embriagado de Amor, y una segunda que comenzó con Petróleo Sangriento y que continua ahora con The Master. La primera etapa puede describirse como el “periodo
emotivo” de Anderson, donde sus películas eran montañas rusas emocionales
pobladas por personajes con profundas necesidades afectivas, personajes
solitarios en busca de amor, amistad, figuras paternas o maternas, a menudo
cargando con mochilas del pasado y sus heridas. Con un uso de la cámara
exhibicionista e intenso, al estilo de Martin Scorsese (lo que Buenos Muchachos es para la mafia, Juegos de Placer lo es para la industria
del cine porno), Anderson creó personajes que atravesaban un infierno personal,
pera finalmente alcanzar alguna forma de iluminación, encontrar una respuesta,
o a esa otra persona que estaban buscando.
En esta
segunda etapa, sus películas empezaron a dialogar con el espectador, en quien Anderson busca como interlocutor. Ahora sus
películas investigan por aproximación lo que podríamos llamar, un poco
pomposamente, los misterios insondables del alma (la mente) humana. Esos
mecanismos aparentemente irracionales que nos hacen sentir y actuar de la
manera que lo hacemos.
Anderson
explora apasionadamente, pero su exploración es principalmente intuitiva,
lúdica, ya que la exploración meramente intelectual tiene sus límitaciones. Y
cuenta con que el espectador sentirá la misma fascinación por esa búsqueda.
Entonces
conoce a Lancaster Dodd (Phillip Seymour Hoffman), líder de una suerte de culto
llamado La Causa. Hago un alto en este punto para hacer una aclaración, se ha
referido muchas veces a este film como “la película sobre la cienciologia” (una
controvertida religión que cuenta con varios adeptos notables en Hollywood,
siendo Tom Cruise uno de los más famosos), aclaro de inmediato que, si bien
Anderson pudo haberse inspirado en la obra de L. Ron Hubbard, no intenta aquí
hacer una descripción, análisis o critica de la misma. Sus inquietudes tienen
que ver con la posibilidad de lograr un nivel superior (¿mas espiritual?) de
comprensión de los conflictos interiores del ser humano.
Lancaster,
si bien es un orador articulado, carismático y seductor, lleva adelante una
verdadera búsqueda de respuestas, métodos y soluciones. Freddie se convierte en
su paciente experimental y se forja entre ambos un vínculo que va mas allá del
de doctor/paciente, una especie de interdependencia. Mary Sue, esposa de
Lancaster, juega un rol importante en la iniciativa de su marido, y es en la
relación entre ellos que vemos que él también tiene su propia guerra interior.
Anderson
sigue demostrando una gran capacidad para conseguir actuaciones
extraordinarias, y aunque este nuevo periodo lo trae mas árido e intelectual
(que lo acerca un poco a la comparación con Stanley Kubrick), hay un factor que
sigue siempre presente: la desesperación y el intento de terminar con ella, de
encontrar respuestas, de resolver el rompecabezas.
Anderson,
con su enorme talento, piensa ahora su cine como una investigación, y requiere
de nosotros dos cosas: la curiosidad por la exploración y la no exigencia de
pedirle todas las respuestas. Nos considera sinceramente espectadores
inteligentes y preocupados, mientras nos entrega una gran obra cinematográfica.
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