EL HOMBRE DE ACERO ASCIENDE
DC Comics, al ver que estaba perdiendo por goleada el partido contra
Marvel, tomó una decisión un poco obvia pero no por eso desacertada. Acudió a
Cristopher Nolan, responsable de su único verdadero éxito cinematográfico, la última
trilogía de Batman. Y lo puso a trabajar sobre un nuevo comienzo para Superman.
Nolan eligió a Zack Snyder (realizador de 300 y Watchmen) como el nuevo
director y de inmediato comenzó a trabajar con David S. Goyer en la historia
para un nuevo guion.
Como era de esperarse, la impronta de Nolan, dramática, solemne y
racionalista, es visible en esta reboot del personaje. Volvemos a ver a Kripton
en los últimos días de existencia antes de su estallido.
El general Zod,
furioso con sus líderes por haber llevado al planeta a esa situación, ejecuta
un golpe de estado. Pero a Jor-El (Russell Crowe) solo le importa darle una
oportunidad a su recién nacido Kal. Entonces lo envía hacia la tierra junto con
el Códice, la clave para volver e formar una civilización como Kripton. Zod es
enjuiciado por traición y encerrado junto a sus secuaces en un fenómeno físico
llamado la zona fantasma, pero antes
jura vengarse contra Kal-El.
A partir de ese momento vamos conociendo el crecimiento del niño en la
tierra con sus padres adoptivos (Kevin Costner y Diane Lane, acertadísimos y
emocionantes) y paralelamente sus años de juventud vagando por el mundo e
interviniendo anónimamente para salvar a personas de desastres y accidentes.
El principal conflicto en este nuevo Superman tiene que ver con la imposibilidad de revelarse al mundo tal cual es, con todos sus poderes, por miedo a la reacción horrorizada que la raza humana pudiese tener. Lois Lane (la gran Amy Adams) investiga tozudamente y descubre de inmediato la identidad de Superman, esta es una de las principales rupturas con respecto a la configuración tradicional del personaje. Lois, además es la única humana que presencia el dilema de Clark, y su relación se cristaliza definitivamente cuando él se ve obligado a quitar una vida.
El principal conflicto en este nuevo Superman tiene que ver con la imposibilidad de revelarse al mundo tal cual es, con todos sus poderes, por miedo a la reacción horrorizada que la raza humana pudiese tener. Lois Lane (la gran Amy Adams) investiga tozudamente y descubre de inmediato la identidad de Superman, esta es una de las principales rupturas con respecto a la configuración tradicional del personaje. Lois, además es la única humana que presencia el dilema de Clark, y su relación se cristaliza definitivamente cuando él se ve obligado a quitar una vida.
Henry Cavill canaliza muy bien la angustia del personaje pero tiene
también una mirada dura, de ira contenida que genera una sensación de peligro.
Este nuevo diseño del traje de Superman le calza a la perfección y transmite
una imagen de poderío y superioridad (similar a la de Thor, de Los Vengadores).
El director se luce en las escenas de acción. Las peleas son titánicas,
atravesando edificios y revoleando autos, pero contrariamente a lo que podía
esperarse hay una sensación física tangible, lejos de la artificialidad
computarizada de otros films.
La película en sus 143 minutos de duración, no da respiro y este es uno
de sus defectos. El espectador se ve bombardeado incesantemente por
explosiones, derrumbes y peleas. Todos muy bien llevados a cabo y algunos
particularmente asombrosos, pero la saturación a veces impide que la historia
pueda disfrutarse completamente. Entonces, a pesar de sus aciertos importantes,
el film nos deja un poco aturdidos y con ganas de haber tenido la oportunidad
de absorber mejor los personajes y las situaciones (el villano interpretado por
Michael Shannon, si bien es efectivo, nos deja sabor a poco).
Es, sin embargo, un buen nuevo comienzo para una
saga cuya continuación ya está confirmada. Este Superman ha venido para
quedarse, y es una buena noticia.
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