agosto 25, 2013

EL CONJURO (The Conjuring) de James Wan





EL ARTE DEL TERROR



El cine de casas embrujadas/fantasmas/posesiones es un subgénero con mucha historia y numerosos ejemplares, algunos inolvidables como El Exorcista, El Resplandor, La Llamada, Kairo, Poltergeist. Por eso resulta cada vez más difícil que un film de ese tipo pueda sorprendernos porque, al menos los espectadores mas experimentados, ya nos conocemos todos los trucos. Los primeros veinte minutos de El Conjuro nos llevan por un terreno que resulta muy conocido: una familia se muda de la ciudad a una gran casa en una zona rural. Empiezan a suceder cosas extrañas, ruidos y movimientos en la noche, sombras y voces desconocidas. Una invisible presencia amenazadora se hace cada vez más evidente. Cuando las perturbaciones llegan a un punto imposible de ignorar, acuden desesperados a un matrimonio especialista en demonios y fantasmas (Vera Farmiga y Patrick Wilson) que empiezan, cuando no, a investigar el pasado de la casa.




Como puede verse, nada nuevo bajo el sol. Pero El Conjuro tiene algo especial. Esta película representa la graduación del director James Wan como un artesano del cine de terror.

Wan apareció ante los ojos del mundo en el 2004 con El Juego del Miedo, un muy buen film de terror, sangriento e ingenioso en sus creaciones visuales, pero que terminó generando una serie de secuelas muy inferiores que configuraron un subgénero hoy conocido como torture porn (terror de tortura), una variante escatológica mas orientada a causar horror que terror y de la que inmediatamente aparecieron muchas copias (la saga de Hostel por ejemplo). Dejando de lado los cuestionamientos morales que pueden hacerse, el torture porn representa una de las variantes mas burdas de un género cuya explotación indiscriminada ponen en peligro su vigencia y valor artístico.


Wan continuó dentro del género, con la excepción de Sentencia de Muerte, un duro film de venganza protagonizado por Kevin Bacon que si bien no se suscribe dentro del terror, el clima siniestro y una galería de personajes terrorífica resuenan muy cercanos a sus cánones.

Luego, con La Noche del Demonio, logró un film de posesiones demoniacas compuesto por muy buenos climas y algunas imágenes que ponían la piel de gallina, aunque también cayendo en algunos lugares comunes. 




Con El Conjuro Wan logra afinar sus herramientas y combinar su ingenio para crear imágenes terroríficas con un manejo preciso y sutil de los ambientes siniestros. Sin recurrir a los utilizadísimos jump scares (esos momentos donde algo aparece repentinamente y un golpe de la música nos hace saltar del asiento). Su evidente amor por el género se ha convertido en devoción. No es casual que este film transcurra en los ´70, una década donde el cine de terror logró sus ejemplares más inquietantes y perturbadores. Wan logró algo difícil, trasladar aquel espíritu al convulso y videoclipero panorama del cine actual.

El Conjuro es una película que le hace bien a este género cinematográfico porque retoma, con éxito, a la utilización de sus herramientas más nobles.


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