Film Noir con
mano maestra
Orson
Welles fue uno de esos genios apabullantes y precoces que aparecen cada tanto
en el mundo del arte. Hizo su primera película a los 24 años, y se trató nada
menos que de “El Ciudadano Kane” (Citizen
Kane, 1941), un clásico indiscutible que revolucionó el lenguaje cinematográfico
y que aun hoy es considerado uno de los mejores diez films de la historia.
Pero
podemos decir que su policial negro de 1958, “Sed de mal” (Touch of Evil), soporta el paso de los años aun mejor que su opera
prima.
Alguien
pone una bomba en el baúl de un auto al que una pareja risueña se sube segundos
después. Empiezan a circular por la calle atestada de gente. Entre ellos el
Oficial de narcóticos mexicano Mike Vargas (Charlton Heston) y su flamante
esposa (una hermosa Janet Leigh), que cruzan la frontera a EE.UU. para tomar un
helado. El auto con la bomba se mantiene cerca de ellos durante unos segundos
que se tornan insoportables, para luego estallar en suelo norteamericano.
El
hecho trae al Jefe de Policía Hank Quinlan (el mismo Welles) a investigar el
caso. Vargas también se involucra en la investigación que se complicará al
incluir narcotraficantes mexicanos, corrupción policial y guerra de poder y
lealtades.
Welles
utiliza la cámara con virtuosismo, la puesta en escena en forma barroca y
vertiginosa, utilizando la profundidad de campo, esto sumado a la fotografía
contrastada en blanco y negro y la música de Henry Mancini, genera un clima
siniestro y fascinante.
Pero
lo que termina de convertir a esta película en una obra de arte son sus
personajes: Welles le imprime un tono intimidante pero también trágico a su
personaje. Heston logra imponerse gracias a su oficio y brillo personal. Leigh
nos resulta tan encantadora que realmente nos preocupamos por ella cuando el
peligro acecha. Y nos conmueve un personaje de menor importancia: Joseph
Calleia interpretando a Menzies, un leal ayudante de Quinlan que cree
fervientemente en el hasta que la cruda realidad se hace innegable y, con un
visible dolor, decide hacer lo correcto.
Y
finalmente tenemos a Marlene Dietrich, una mujer que conoció a Quinlan en épocas
mejores. En cuyos ojos, llenos de sabiduría, aplomo y sensualidad, puede verse también
cierta tristeza. Por la decadencia de Quinlan y la del mundo.
Y nadie
dijo nunca mejor que ella la línea: “Te ves terrible, cariño”.
Es
por algo que Dietrich es el personaje que cierra la película, la espectadora
solitaria de la tragedia, que dice sobre su antiguo amante: “Era un buen hombre,
pero un pésimo policía”.
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