agosto 25, 2013

SED DE MAL (Touch of Evil) de Orson Welles



Film Noir con mano maestra



Orson Welles fue uno de esos genios apabullantes y precoces que aparecen cada tanto en el mundo del arte. Hizo su primera película a los 24 años, y se trató nada menos que de “El Ciudadano Kane” (Citizen Kane, 1941), un clásico indiscutible que revolucionó el lenguaje cinematográfico y que aun hoy es considerado uno de los mejores diez films de la historia.

Pero podemos decir que su policial negro de 1958, “Sed de mal” (Touch of Evil), soporta el paso de los años aun mejor que su opera prima. 




Alguien pone una bomba en el baúl de un auto al que una pareja risueña se sube segundos después. Empiezan a circular por la calle atestada de gente. Entre ellos el Oficial de narcóticos mexicano Mike Vargas (Charlton Heston) y su flamante esposa (una hermosa Janet Leigh), que cruzan la frontera a EE.UU. para tomar un helado. El auto con la bomba se mantiene cerca de ellos durante unos segundos que se tornan insoportables, para luego estallar en suelo norteamericano. 




El hecho trae al Jefe de Policía Hank Quinlan (el mismo Welles) a investigar el caso. Vargas también se involucra en la investigación que se complicará al incluir narcotraficantes mexicanos, corrupción policial y guerra de poder y lealtades.

Welles utiliza la cámara con virtuosismo, la puesta en escena en forma barroca y vertiginosa, utilizando la profundidad de campo, esto sumado a la fotografía contrastada en blanco y negro y la música de Henry Mancini, genera un clima siniestro y fascinante.  





Pero lo que termina de convertir a esta película en una obra de arte son sus personajes: Welles le imprime un tono intimidante pero también trágico a su personaje. Heston logra imponerse gracias a su oficio y brillo personal. Leigh nos resulta tan encantadora que realmente nos preocupamos por ella cuando el peligro acecha. Y nos conmueve un personaje de menor importancia: Joseph Calleia interpretando a Menzies, un leal ayudante de Quinlan que cree fervientemente en el hasta que la cruda realidad se hace innegable y, con un visible dolor, decide hacer lo correcto.




Y finalmente tenemos a Marlene Dietrich, una mujer que conoció a Quinlan en épocas mejores. En cuyos ojos, llenos de sabiduría, aplomo y sensualidad, puede verse también cierta tristeza. Por la decadencia de Quinlan y la del mundo.

Y nadie dijo nunca mejor que ella la línea: “Te ves terrible, cariño”.

Es por algo que Dietrich es el personaje que cierra la película, la espectadora solitaria de la tragedia, que dice sobre su antiguo amante: “Era un buen hombre, pero un pésimo policía”.


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