agosto 17, 2013

EFECTOS COLATERALES (Side Effects) de Steven Soderbergh




LA PASTILLITA DE LA FELICIDAD


Steven Soderbergh es un director un poco difícil de definir, especialmente porque su principal sello de estilo es el de  “bajar el volumen” de las escenas, evitar el subrayado y centrarse en los detalles. No podemos definirlo como un mero técnico que hace trabajos por encargo ya que al revisar su obra se distingue una visión particular e, incluso en sus films fallidos, una convicción notable.

Efectos Colaterales resulta engañosamente sencilla al principio, donde conocemos a Emily (Rooney Mara) una chica frágil que visita a su esposo Martin (el siempre inexpresivo Chaning Tatum) en la cárcel. Solo sabemos sobre el que fue condenado por tráfico de influencias, uno de los delitos de guante blanco por excelencia, y que está muy próximo a recuperar su libertad. A pesar de esto Emily, visiblemente perturbada, intenta suicidarse días después. En el hospital conoce al Dr. Banks (Jude Law) , un psiquiatra que intenta ayudarla a superar un caso de profunda depresión. 


A medida que se van sucediendo las sesiones de terapia y conocemos el trabajo del doctor, se nota algo inquietante. Es la forma en que los psiquiatras se vinculan con los laboratorios en relaciones mutuamente beneficiosas, dando a entender que a veces un medicamento puede ser recetado mas por interés que por necesidad exclusivamente médica, y también la forma en la que el uso de antidepresivos se ha vuelto demasiado habitual: en una escena, el Dr. Banks intenta calmar el desconsuelo de su esposa que no pudo conseguir un esperado ascenso en su trabajo, un malestar por el que todo ser humano atraviesa alguna vez en su vida, Banks de inmediato le aconseja tomar un medicamento para levantar el ánimo. ¡Incluso utiliza la clásica frase “todo el mundo lo toma” como argumento!. 



Se hacen evidentes dos cuestiones importantes sobre la sociedad moderna: el conflicto de intereses de los médicos al relacionarse muy de cerca con los laboratorios y el hábito excesivo de recurrir a medicamentos para paliar estados de ánimo que muchas veces son perfectamente naturales. Y todo esto acompañado de un detalle escalofriante: los actos que pueda cometer un paciente motivado por las alteraciones que un medicamento antidepresivo produce a los complejos mecanismos cerebrales, no serán responsabilidad del doctor que lo recetó ni del laboratorio que lo manufacturó, gozan de una impunidad casi absoluta.



Pero, como se dijo inicialmente, el film es engañosamente sencillo ya que la trama se complicará (no daré mas detalles para que ustedes puedan descubrirlos). Se trata de un guion inteligente, un mecanismo de relojería que juega con el espectador y nos desafía a que adivinemos que es lo que verdaderamente está sucediendo.

Sobresale el brillante trabajo de Rooney Mara (la protagonista de La chica del dragón tatuado), una actriz que se está erigiendo entre lo mejor de su generación. No se pierdan esta extraña mezcla de film de denuncia y thriller Hitchcockiano.


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