LA
PASTILLITA DE LA FELICIDAD
Steven
Soderbergh es un director un poco difícil de definir, especialmente porque su
principal sello de estilo es el de “bajar
el volumen” de las escenas, evitar el subrayado y centrarse en los detalles. No
podemos definirlo como un mero técnico que hace trabajos por encargo ya que al
revisar su obra se distingue una visión particular e, incluso en sus films
fallidos, una convicción notable.
Efectos
Colaterales resulta engañosamente sencilla al principio, donde conocemos a
Emily (Rooney Mara) una chica frágil que visita a su esposo Martin (el siempre
inexpresivo Chaning Tatum) en la cárcel. Solo sabemos
sobre el que fue condenado por tráfico de influencias, uno de los delitos de
guante blanco por excelencia, y que está muy próximo a recuperar su libertad. A
pesar de esto Emily, visiblemente perturbada, intenta suicidarse días después.
En el hospital conoce al Dr. Banks (Jude Law) , un psiquiatra que intenta
ayudarla a superar un caso de profunda depresión.
A medida que se van
sucediendo las sesiones de terapia y conocemos el trabajo del doctor, se nota
algo inquietante. Es la forma en que los psiquiatras se vinculan con los
laboratorios en relaciones mutuamente beneficiosas, dando a entender que a
veces un medicamento puede ser recetado mas por interés que por necesidad
exclusivamente médica, y también la forma en la que el uso de antidepresivos se
ha vuelto demasiado habitual: en una escena, el Dr. Banks intenta calmar el
desconsuelo de su esposa que no pudo conseguir un esperado ascenso en su
trabajo, un malestar por el que todo ser humano atraviesa alguna vez en su
vida, Banks de inmediato le aconseja tomar un medicamento para levantar el ánimo.
¡Incluso utiliza la clásica frase “todo el mundo lo toma” como argumento!.
Se
hacen evidentes dos cuestiones importantes sobre la sociedad moderna: el
conflicto de intereses de los médicos al relacionarse muy de cerca con los
laboratorios y el hábito excesivo de recurrir a medicamentos para paliar
estados de ánimo que muchas veces son perfectamente naturales. Y todo esto
acompañado de un detalle escalofriante: los actos que pueda cometer un paciente
motivado por las alteraciones que un medicamento antidepresivo produce a los
complejos mecanismos cerebrales, no serán responsabilidad del doctor que lo
recetó ni del laboratorio que lo manufacturó, gozan de una impunidad casi
absoluta.
Pero, como
se dijo inicialmente, el film es engañosamente sencillo ya que la trama se
complicará (no daré mas detalles para que ustedes puedan descubrirlos). Se
trata de un guion inteligente, un mecanismo de relojería que juega con el
espectador y nos desafía a que adivinemos que es lo que verdaderamente está
sucediendo.
Sobresale el
brillante trabajo de Rooney Mara (la protagonista de La chica del dragón tatuado), una actriz que se está erigiendo
entre lo mejor de su generación. No se pierdan esta extraña mezcla de film de
denuncia y thriller Hitchcockiano.
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