El hombre solitario
de Dios
En los ’70 el
cine norteamericano entró en uno de sus periodos más interesantes. El asesinato
de Kennedy, la debacle de la guerra de Vietnam y otros sucesos traumáticos como
la masacre del clan Manson terminaron
oscureciendo los años esperanzadores y optimistas que habían llegado luego de
la victoria de los Aliados en la Segunda guerra mundial. Las certezas se
convirtieron en dudas, y los costados más oscuros del sueño americano empezaron
a mostrarse. Y el cine empezó a expresar los sentimientos de una sociedad en
crisis con películas ambiguas, oscuras y moralmente inciertas, que exploraban
los aspectos mas siniestros del ser humano, el gobierno, la religión, etc.
¿Quien golpea a mi puerta? |
Desde su
opera prima “¿Quién golpea a mi puerta?”
(Who’s that knocking at my door?) de 1967 (primer protagónico del actor
Harvey Keitel), Martin Scorsese ya había demostrado un profundo interés y una
capacidad evidente para explorar la vida en su barrio, Little Italy en New
York, de una forma casi documental pero simultáneamente con un uso intenso y
artificions netamente cinematograficos de la cámara y la puesta en escena.
Refinaría esta vertiente de su estilo en su tercer film “Calles salvajes” (Mean Streets, 1973), donde trabaja por primera
vez con un muy joven Robert De Niro.
Calles Salvajes |
En ambos dedica su atención a las vidas de
un grupo de veinteañeros, poniendo
énfasis en sus pulsiones sexuales, las relaciones tensas con su
religión, la culpa, el orgullo masculino y la violencia proveniente de un
entorno en el que se perciben los primeros indicios de la Mafia. Cuenta Martin
en una entrevista que un día, siendo el muy joven, miró a través de su ventana
y vió a dos hombres dándole una golpiza salvaje a un tercero, mientras que de
la rockola de un bar cercano se escuchaba una suave balada de los ’60. El
contraste entre esos dos elementos le causó una fuerte impresión. Así se generó
una de las marcas del estilo Scorsese: combinar violencia con música romántica
o ingenua produce un distanciamiento, convierte la imagen violenta en algo
triste, aunque también pueda parecer divertido.
Travis Bickle
(DeNiro) es un veterano de la guerra de Vietnam que decide, ante su persistente
insomnio, manejar un taxi en el horario nocturno. Recorremos con él y vemos a
través de sus ojos una ciudad llena de violencia sin sentido, drogas, mafiosos,
proxenetas y corrupción de menores.
Luego del
fracaso de su incomodo intento de seducir a Betsy (una hermosísima Cybill
Sheperd), Travis se aliena progresivamente y un sentimiento de frustración cada
vez mas intensa se adueña de él. Resulta particularmente triste el momento en
el que acude a Wizard, uno de los taxistas con más experiencia, para pedirle
orientación: “No sé que me pasa… tengo
algunas ideas malas en mi cabeza… quiero hacer algo”. Travis se da cuenta
que esta enloqueciendo y no puede evitarlo. Y las palabras de poco vuelo de
Wizard no sirven de nada.
Cuando conoce
a Iris, una prostituta de 14 años (increíble papel de una precoz Jodie
Foster) explotada por un inescrupuloso cafishio
(Keitel), se obsesiona con ella y se propone rescatarla de ese submundo a
cualquier precio.
Scorsese saca
el máximo provecho de la New York nocturna, generando climas de soledad y de un
caos que amenaza con estallar en cualquier momento, crea algunas imágenes
oníricas con el simple uso del foco y la lluvia, acompañado por la música de
Bernard Hermann, transmitiendo el lento descenso hacia la locura de Travis. Es
clave también el trabajo de De Niro, en una de sus mejores actuaciones
contenidas y con gran economía de recursos. Una buena parte del merito es suyo.
Por no hablar de Jodie Foster quien ya demostraba ser una niña prodigio.
El explosivo
y catártico final, que aquí no voy a contar a favor de los insensatos que
todavía no la vieron, y su estremecedor epilogo hacen que la película siga reverberando
en nuestra mente. Sin estar seguros que posición adoptar ante lo que acabamos
de ver. Así Martin Scorsese nos dio su primera obra maestra, y ese fue solo el
comienzo.